Se suspende un partido de fútbol porque la grada pone en evidencia que uno de los futbolistas visitantes es un futbolista.
No me parece justo. He tenido que imponerme a un sistema educativo decadente y trabajarme una pasión por la literatura y una vocación por la poesía para que ahora me definan por lo que hago para ganarme la vida-declara el agravado.-Me hubiera gustado cobrar por mis versos y no por darle patadas a un balón. Ya no puedo soportar más recochineo cada vez que realizo bien un control o un pase. En los partidos en casa lo aguanto, porque en el fondo es tu gente, te anima por tener que ganarte las habichuelas con algo que no es lo que te llena. ¿Pero fuera? Es que se ve el recochineo a la legua. Los calificativos vienen de una masa que se nota que te lee, lee lo que vas publicando a nivel aficionado. Lo notas porque escuchas el silencio de la coma del vocativo cuando se dirigen a ti. Yo no voy al panadero y le digo que es un hostelero con vocación de jardinero-alega con frustración el jugador, perdón, poeta que juega al fútbol.
Los compañeros le animan y ya han se han negado a jugar en campos en los que se define a su compañero por su profesión.-Mira, a mí me han dicho barbaridades de todo tipo sin educación ninguna. Cantos homófobos que no está bien que escuchen los niños. Lo que pasa es que soy gay y van contra mi persona, pero no niegan mi identidad. O como cuando a un jugador negro le llaman mono. Caray, todos venimos del australopiteco. Lo del compañero es un fastidio-y añade.-Ya veníamos avisando. Cualquier día que veamos que la remontada está difícil al descanso nos solidarizamos con él y no salimos después del vestuario. Normalmente el árbitro nos amenazaba con dar el partido por perdido, pero este no llegó a hacerlo. Se guardó el pito y nos mandó a escribir versos sueltos-aporta con orgullo.