Señor Casado (o prefiere que le llamen Don Pablo, es más de otro tiempo, más como usted):
No sé si lo ha percibido, pero una tormenta se cierne sobre su cabeza. Claro que tampoco me extrañaría que, con la euforia del triunfo que le ha permitido gobernar su Partido, no se aperciba de nada. Creo que tampoco ha contemplado la idea de que ya no gobiernan, de que la derecha española se está deslizando, mucho más que sutilmente, diría yo, hacia Ciudadanos y que los pesos pesados de su formación están huyendo como el que lo hace de la peste.
¿Don Pablo? Usted parece que no los escucha pero hay tambores que vaticinan que va a ser usted el siguiente. Maxim Huerta dimitió a los pocos días de formar parte del gobierno. Cifuentes lo hizo hace algunos meses, Carmen Montón, ayer. ¿Y usted? Acaban de elevar al Tribunal Supremo la causa pendiente de su máster (Cada vez que la justicia hace esto estamos diciendo “¡Viva el Rey!”, ¿no, señor Casado?, y en este caso con mayor motivo pues se trata de la Universidad Rey Juan Carlos. Suena a chiste, pero, no lo es)
Si usted no dimite, algo que por otra parte, tampoco sería causa de mi asombro, dada la tradición de los componentes de su partido, salvo algunas excepciones que recuerde como son el caso de Cifuentes y Pimentel; si usted no dimite, veníale diciendo, no creo que me torture demasiado esa falta de ética moral y política. Créame, señor Casado que me resultan de mayor preocupación las decisiones que vayan a tomarse en relación a la Sanidad, la Educación y las leyes y acciones restrictivas que ustedes aprobaron o aplicaron (Ley Mordaza, Reforma Laboral, desahucios, Pobreza infantil, Igualdad de género, Inmigración, ayuda a los refugiados, Becas, Investigación y Desarrollo, persecución por las ideas políticas, enaltecimiento del franquismo, etc.) por el actual gobierno, para desmontar su estado del malestar.
No obstante si toma usted la sana e higiénica decisión de dimitir, hágalo diciendo ¡Viva el rey!