El extraño caso del joven agricultor con opinión propia

Se cuenta que en tierra de latifundios, un joven que supo pronto que no saldría a estudiar como los amigos con los que había compartido la etapa de educación obligatoria se había dado desde pequeño a saciar su curiosidad en los libros, al menos hasta que se extendió la aparición del router en el hogar medio y la posibilidad de llevar internet en el bolsillo. El motivo de que se le privara de titulación no era otro que le gran patrimonio agrícola familiar. Si bien hay que decir que en casa le habían animado a estudiar para no ser menos que otros y no por el hecho de adquirir formación, el joven decidió no demorar su entrega al destino y no iniciar con sus padres una batalla perdida por estudiar algo que no tuviera una implicación directa en el entorno rural.

Es imposible negar que su etapa de adolescente fuera más interior y taciturna que la de un joven al uso. “Ea” era la respuesta que más veces obtenía a sus alegatos, una interjección que zanjaba todo debate, que demostraba la falta de interés por la reflexión, por escuchar un pensamiento que se saliera de la línea del amasijo de ideas inconexas que formaban la opinión colectiva del entorno. Y al menos el “ea” le daba un poco de esperanza en la educación del ser humano, porque en temas caldeados desde los medios centralistas que inoculan los nutrientes de ese amasijo, se subía la voz para que no se pusiera en evidencia el orden impuesto.

Seguro que continúa…