La mierda continúa siendo mierda, por mucho que la perfumes

Vivimos en un mundo de mierda. Un capitalismo feroz, voraz y asesino se alimenta, como es habitual, del miedo. Poseen los medios de producción y los medios de comunicación, hoy en día más potentes que nunca. Aparte del poder militar que le permite bombardear a su antojo todo aquello que considera nocivo o peligroso para sus fines, o sus objetivos empresariales.

Las grandes corporaciones financieras, inmobiliarias, energéticas y de comunicación, nos gobiernan a su antojo y sitúan en el escenario político a individuos, que son las marionetas encargadas de engañar a una ciudadanía sumisa que se ha puesto el grillete de la esclavitud, contratando hipotecas y otro tipo de bienes de consumo. A cambio, los mensajeros reciben su cuota de poder y, por ende, su cuota económica.

El mundo de George Orwell de 1984 no está tan lejos, si no estamos inmersos ya en él.

Esto de lo que hablo se demuestra casi a diario: la comparecencia de Aznar en el Congreso de esta semana es un claro ejemplo: la mierda perfumada de estado de derecho, de constitucionalismo y de democracia; las declaraciones de los altos cargos de la Iglesia, con su perfume de santidad, de cristianismo y de todas las virtudes teologales mientras ocultan sus felonías y tapan sus vergüenzas o las dulcifican, son otro ejemplo; el asesinato del concejal por IU de Llanes, amparado en el silencio de una ciudadanía comprada con puestos de trabajo público es otro de los casos – me recuerda a una serie o una película, ya no recuerdo bien, italiana, que se titulaba Nesuno vuole sapere, un retrato de la mafia.

La mafia no solo existe en Italia. Ya no es necesario viajar a Sicilia, a Nápoles o al Chicago de los años veinte. La mafia es algo que convive con nosotros. En todos los estados de la Tierra existen las cloacas y muchas de ellas están conectadas entre sí. Los estados están instrumentalizados a través de las mafias oligarcas y financieras.

La mayoría de las democracias occidentales son mafias encubiertas. Una mierda perfumada.

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