Temo barruntar que, una vez más, esta contienda la volverá a ganar el PP. Delirante. Cuando menos nos lo esperábamos, Mariano Rajoy -no confundir con M. Rajoy- convoca elecciones autonómicas en Catalunya para el día 21 de diciembre. Una decisión que en primera instancia puede parecer aventurada pero que sin embargo entraña cierta pericia.
Sería un error negar la existencia de discrepancias dentro del independentismo. Siempre las ha habido. Estos días han sido más notorias. Ha sido un titubeante camino sobre las hojas de ruta, sobre si se declaraba una DUI o se paralizaba, sobre si se adoptaban posiciones más moderadas o más extremas, sobre si se convocaban o no elecciones autonómicas… Hasta el punto de que ERC tachase de traidor a Puigdemont. Hasta que ayer, día de la proclama, era más que flagrante la tensa relación entre Junqueras y Puigdemont.
La apropiación de Catalunya, la aplicación más acre del 155 y la suspensión prolongada por 6 meses (o más) de la autonomía era el deseo de los sectores más rancios de la derecha, cuyo fascismo es inmanente a su sangre, como también por los líderes independentistas, que les permitiría edificar una historia de resistencia y fortaleza ante un enemigo común de sombra franquista. El panorama es ahora diferente. Con la República Independiente de Catalunya declarada, unas elecciones autonómicas impuestas desde el gobierno central dejan en jaque a los independentistas. Les deja ante una tesitura dicotómica en la cual o bien boicotean las elecciones, lo que les dejaría muy maniatados y emplazaría la lucha por el escaño a un sentimiento de pertenencia, terreno muy resbaladizo, o bien participan en elecciones convocadas por el gobierno español, lo que le restaría credibilidad a la República Catalana y desacreditaría su independencia del estado español. Probablemente la decisión fragmente el independentismo.
También hay que tener en cuenta que, todo y el as en la manga del voto secreto para evitar represalias jurídicas, los diputados ya no poseen la condición de aforados al ser disuelto el Parlament por M. Rajoy, lo que los deja a merced de la Audiencia Nacional.
Puigdemont ha optado por tirar adelante una DUI con medio parlamento vacío, con la mitad de la población en contra, sin que los resultados del referéndum tengan aval democrático y sin que los estados europeos reconozcan Catalunya como nuevo Estado. Debe de estar lamentándose por no haber sido él quién convocara elecciones: le hubiese dado mucho más apoyo popular en Catalunya y una mejor imagen de cara al resto de España y a Europa. Además, tras la violencia policial del 1-O, el independentismo era mártir y estaba más fuerte que nunca.
Estos días ha concluido el juicio de la Gürtel y se demuestra que Rajoy, Cospedal, Rato y Mayor Oreja, entre otros, han cobrado dinero negro de la caja B del PP, Fiscalía Anticorrupción ha afirmado que dicha caja B está “abrumadoramente acreditada”, España se ha situado a la cola de la UE en cuanto a déficit público, y el Senado aprobó ayer el CETA, con la abstención del PSOE… y tras todo esto, lo que ha ocupado las portadas de periódicos y revistas, los foros y las redes sociales, y los debates y las pantallas de televisión ha sido conflicto en Catalunya. Y lo seguirá haciendo. No es que el PP vaya a ganar, es que ya lo ha hecho.
Hoy más que nunca creo que si canalizásemos todo ese fervor y esa capacidad de movilización en defensa de nuestra patria/pàtria, y lo usásemos para reclamar una España federal y descentralizada, una España sin corrupción, más tolerante y menos desigual y una España que también vele por las clases trabajadoras, los derechos sociales y los servicios públicos… saldríamos ganando todos.