Una clase obrera invertebrada es una clase obrera vencida

Recuerdo perfectamente cómo hace cosa de 2 años, cuando la ideología que mejor me representaba era la socialdemocracia (o eso quería pensar yo) y la tricolor era mi única fuente de inspiración política, sin una mejor capacidad de análisis, renegaba categóricamente de todo emblema español por considerarlo fascista, nacionalista, franquista, ¡incluso antidemocrático en mi época más «antisistema»! Ahora me doy cuenta de mis errores, y de cómo la derecha solamente tiene en esta forma de pensar una enorme baza con la que conquistar el desarraigado nacionalismo burgués que los medios y la educación imprimen en la clase obrera de nuestro país.

Primero hay que hablar de qué es el nacionalismo burgués, qué es el nacionalismo obrero, y obviamente las recomendaciones que Marx nos regaló y que los oportunistas, desde la Segunda Internacional y máxime desde mayo del 68 y la caída del Muro de Berlín, como indiqué en mi anterior artículo, han destruido hasta relegar el marxismo-leninismo a una marginalidad insólita y de la que solo debemos esperar la mayor de las perdiciones para nuestra clase.

Una de las citas más conocidas, y precisamente por ello, denostadas, recogida en el Manifiesto Comunista, escrito por Marx y Engels en 1848, es aquella que reza:

Se ha reprochado también a los comunistas el querer suprimir la patria, la nacionalidad.

Los obreros no tienen patria. No se les puede quitar lo que no tienen. Sigue siendo nacional el proletariado en medida en que ha de conquistar primero la hegemonía política, en que ha de elevarse a clase nacional, en que ha de constituirse a sí mismo en nación, pero de ningún modo en el sentido de la burguesía.

Si alguno de los oportunistas que disfrutan de destruir todo vínculo nacional entre obreros hubiera leído la cita al completo, se daría cuenta del enorme error que comete la izquierda posmoderna castigando todo intento de reunir a la clase obrera nacional entorno a una serie de símbolos que solo buscan la unión de fuerzas en la lucha contra el capitalismo, el fascismo y el imperialismo.

Analicemos ahora la parte eternamente obviada del párrafo, aquella que afirma que la clase obrera «ha de elevarse a clase nacional», que «ha de constituirse a sí mismo en nación». Es obvio que para que la clase obrera se convierta en clase nacional ha debido de disfrutar de la cohesión necesaria para «conquistar primero la hegemonía política». Esta cohesión, aunque auspiciada por la actitud revolucionaria y el Partido Comunista como vanguardia del proletariado, necesita de un reconocimiento mutuo, al margen, obviamente, de los símbolos «troncales», meramente ideológicos, de los que disfruta el marxismo: la hoz y el martillo, la estrella roja, las banderas de Cuba, la RDA o la URSS. También la tricolor, que representa para mí y otros muchos la resistencia de nuestros abuelos contra el fascismo y el imperialismo. El error en el que los partidos y militantes de izquierdas han caído es el desterrar los símbolos actuales por «fachas», «fascistas» o «nazis». He aquí el problema: hemos sido nosotros quienes hemos impregnado de ideología unos símbolos que, de facto, y en un primer momento, no la tenían, prácticamente renunciando a obtener reconocimiento entre los obreros que más representados se sienten por esta simbología.

Estas etiquetas solo implican una cosa: que la derecha tenga vía libre para acaparar el descontento, para aprovechar esa ideología que hemos imprimido sobre los emblemas nacionales y aplicarlos en la dirección de su interés, es decir, de mantener el yugo sobre la clase trabajadora y ocultar, como si de un juego de trileros se tratase, todas las miserias que el capitalismo implica.

¿Qué es, por contraposición, el nacionalismo burgués? Este no es ni más ni menos que el promovido con el único fin de confinar a la clase obrera, alienada, a la esclavitud asalariada a la que nos condenan el capitalismo y la burguesía. No es, ni más ni menos, una organización vertical y no horizontal de la población, una forma de desarticular la organización obrera contra la burguesía, ya que sería tachada de «destruir la unidad nacional», en clara contraposición de lo que Marx y Engels tan claramente escribieron, y la izquierda moderna ha destruido con su revisionismo burgués y anticomunista.

Una posible bandera española en un eventual futuro socialista, sin elementos borbónicos pero manteniendo los símbolos históricos.
Otra posible bandera, esta continuista con la de la II República y con el detalle de la estrella roja.

Un ejemplo material de la necesidad de símbolos y de conciencia nacional que tiene la organización de la clase obrera revolucionaria es la experiencia prorrusa, antifascista y antiimperialista del Donbass, al este de Ucrania, en los conocidos territorios de Donetsk, Lugansk y Crimea. La población de estas zonas, con una profunda cultura rusa, han sido durante años obligados por la burguesía de Kiev a adoptar un estilo de vida, un idioma y una cultura ucranianas, siendo reprimido todo lo que tuviera que ver con Rusia y el pasado común soviético de Ucrania y Rusia. Cabe señalar que esta zona es la que más trabajadores aglomera, sobre todo mineros y operarios de fábricas, con una fuerte añoranza por el nivel de vida que en la URSS se disfrutaba. La población de este lugar, llamado Novorrusia, se levantó en armas contra la burguesía de Kiev, apoyada por la OTAN, la UE, EEUU y distintos grupos fascistas y neonazis, que además del Euromaidán, anteriormente había procedido a prohibir el ruso, que hasta el momento era idioma oficial (Ucrania era bilingüe: se hablaba ucraniano y ruso). Sin el reconocimiento de ese pasado común, de ese sentimiento nacional, de esa unidad obrera, Kiev y la Unión Europea habrían aplastado la riqueza cultural del Donbass, desposeyendo a la población de la necesaria unidad cultural, y abriendo una vereda para una mayor represión.

Bandera de la República Popular de Donetsk, en la que se advierte claramente la influencia cultural rusa en la creación de este Estado.

Sin embargo, nada de lo que he dicho significa inevitablemente mantener los símbolos que hoy tenemos en una futura República Socialista Española, tema que hoy no nos ocupa, simplemente rectificar sobre uno de los grandes errores que ha cometido la izquierda española los últimos años: poner la etiqueta de «franquista» a todo símbolo nacional, con el error que ello supone: nuestro actual himno (la melodía, obviamente) data del siglo XVIII, exceptuando el Trienio Liberal y la I y la II República; el diseño de nuestra actual bandera normalmente se le adjudica a Carlos III, también del siglo XVIII; y el diseño del escudo recoge los símbolos, obviando los borbónicos, de los cuatro reinos que dieron lugar a lo que ahora se conoce como España, además de los dos pilares, referentes al estrecho de Gibraltar y del lema «Plvs vltra». Así pues, insto a todo aquel que lea este artículo a difundir lo que en él se refiere, y poco a poco reconduzcamos la perdición en que la izquierda trotskista y revisionista se metió de lleno hace cerca de medio siglo, arrastrando con ella a la clase obrera española.

Acerca de Jose Ángel

Estudiante de Ingeniería química en la UM. Marxista-leninista.