Lunes, 16 de enero de 2017, 9:05 a.m.
Oficina de correos, Guadalajara.
Tenía que enviar catorce sobres, con catorce cartas, con catorce remitentes y catorce destinatarios, veintiocho códigos postales…
Me había costado horrores salir de la cama, vestirme, despertar a mis hijos, llevarles al colegio.
Me había tomado dos cafés, a falta de uno.
La cosa no terminaba de mejorar.
En la radio del coche la detención de un temido yihadista, la ola de frío, la llegada de Trump…
Tras aparcar me encontré con el aire gélido en la cara, el suelo resbaladizo, el vaho saliendo como humo por mi boca.
Entré en la oficina de correos, vacía, con olor a espacio nuevo, con bonitos colores y moderno mobiliario.
Despachando dos mujeres: una rubia y otra morena.
-Buenos días. Catorce sobres grandes.
-Buenos días -dudó-. Solo tenemos diez…
Me contestó la morena, que era a la que yo me había dirigido, la que estaba más cerca de la puerta. Una mujer de facciones agradables, bonitos pendientes y sonrisa franca; maquillada, muy bien vestida y peinada, con pinta de oler a flores, de ser parlanchina y graciosa…
¡Empezamos bien!
En la oficina de correos no tienen sobres… ¡Que fastidio, tendré que volver! pensé para mí.
Me senté en un rincón, con cara de pocos amigos y mis diez sobres, a cumplimentar diez remitentes y diez destinatarios. Veinte códigos postales.
Escuché, sin querer, la conversación entre las dos mujeres.
-¿Qué te pasa ya? -le preguntó la rubia a la morena.
-Tengo una angustia -sollozaba- No he podido ni desayunar. No me entra ni un café…
-Bueno, mujer, no será para tanto… ¡Ve a desayunar! Yo atiendo a esta chica…
En ese momento irrumpió un huracán en la sala. Una mujer mulata, de anchas caderas y larguísima y ondulada melena rubia platino. Vestida con eléctricos colores, maquillada exageradamente…
–Ay mija… -dijo apoyándose en el mostrador y dejando en él un sucio y arrugado papel- Aquí de un día pa otro to se complica…
Comenzó a sonar una especie de estrambótico reguetón: “Aló” gritó la mujer a su teléfono, “Oíste… ¡No me sea rencorista!”. En ese momento se alejó el aparato de la oreja y lo miró desconcertada.
–Ay mija… se agota mi celular…
-Usted no puede cobrar esto, señora -le dijo la morena. Y se levanta para subrayarle algo con el boli-. Aquí pone ignorado paradero.
-Ay mija, yo ya sabía de esto… -dijo la mulata agachando la cabeza- Pero van a cortarme la luz, ahorita mismo…
-Lo siento mucho, señora.
La mujer volvió a salir como un huracán. Sorprendentemente cantaba con mucha alegría, bendiciendo a todo el mundo. En especial a quién le había denegado el cobro: ¡Grasias, mija, Dios te lo pague!
Llegó mi turno. Me acerqué al mostrador. La morena tenía los ojos empañados de lágrimas. Me atendió la rubia. Mientras lo hacía su compañera se desmoronó. Comenzó a llorar a moco tendido. Las dos la miramos indecisas.
-No llores, mujer… -suspiró la rubia.
-Es que tengo…-lloraba sin terminar la frase- muchas ganas de fumar… -dijo subiéndose con ímpetu las gafas, impulsando hacia arriba su moquillo y poniéndose de pie.
Un hombre mayor, elegante y canoso, apareció de la nada. Habló a mi lado en el mostrador. Le dijo con mucha delicadeza:
-Tomate una mandarina, despacito, poquito a poco… Con mucha calma… gajo a gajo. Yo el año pasado dejé de fumar… -dijo mirándonos a nosotras- Por estas fechas me pegó el bajón. Aguanté a duras penas, pero lo peor fue sin duda superar el primer mes.
La mujer morena dejo de llorar. Le miraba con la boca abierta. Atenta a todos sus consejos.
Yo me despedí. Volví al coche. Encendí la radio:
“Hoy es el temido Blue Monday, decían en la Ser, el peor día del año…”
¿Blue… qué?
¡Ya no saben que inventar! Con este frío, con este cansancio y con este empacho de la Navidad. Después del Black Friday y el Cyber Monday…
Esto es, de toda la vida de Dios: la cuesta de enero. Las heladas, el desánimo, el saldo de la cuenta corriente…
Comprobar que con el año nuevo no se empieza por arte de magia una vida nueva.
Volver a empezar tiene sus ventajas, pero también atesora sus inconvenientes. No todo es recto y tranquilo, oculta sus empinadas cuestas.
Exige energía, perseverancia, interés, paciencia, optimismo cuando no se ve la luz. Amor propio.
Exige sobreponerse a las deudas y al miedo, al cansancio y al frío. A la inminente llegada… de Donald Trump.