De la victoria a la nada en 10 años: mayo del 68 y la Guerra Fría

Desde que me introduje de forma decidida en el marxismo, pues la socialdemocracia no respondía a mis inquietudes políticas (¿por qué mi madre trabaja para un señor que, sin tocar una máquina ni despertarse a las 6:00, puede permitirse un Mercedes mientras nosotros no podemos arreglar nuestra furgoneta?), llevo observando desde hace un tiempo una serie de fenómenos ideológicos, sociales, culturales y económicos que son indudablemente una involución con respecto a, digamos, los años 60 del siglo pasado.

La URSS sirvió al comunismo mundial como farolas a ambos lados de una carretera sinuosa en su viaje por la burocracia, el Estado burgués y las fuerzas policiales y militares -este efecto sería acusado años después, máxime tras la traición de Yeltsin y Gorbachov-. Durante este periodo, cuando las fuerzas proletarias estaban organizadas entorno al Partido Comunista o al Sindicato pertinentes, faltaban dedos en las manos para contar todos los triunfos, todos los derechos conquistados, todos los explotadores vencidos, gracias a la resistencia y la conciencia de clase de nuestros padres y abuelos. Mientras, la maquinaria alienante del Estado estaba prácticamente inutilizada, puesto que todos los esfuerzos del Imperio mundial, con EEUU a la cabeza, estaban dirigidos a calumniar y denostar la imagen del comunismo mundial y sus líderes. ¿Qué pasó? ¿Dónde quedó el último gran sueño del ser humano, el comunismo?

Es bien sabido que la persecución del capitalismo contra la disidencia alcanza cotas inimaginables, más aún cuando los implicados son marxistas o anarquistas -con quienes tengo mis diferencias, pero considero más cercanos ideológicamente, vaya obviedad, que el capitalismo-. ¿Cómo pudo entonces EEUU quitarse de en medio a un enemigo tan voraz como era la URSS?

Recordemos que la URSS fue pionera en derechos sociales, derechos laborales, feminismo, ciencia, tecnología, literatura, defensa de la libertad y la soberanía de las naciones, sanidad, educación, democracia directa… Prueba de ello son los grandes hitos por los que su legado nunca debe ser siquiera desestimado en un eventual futuro revolucionario: una jornada laboral (por ley) de 7 horas diarias, 6 para especialistas; primer país en erradicar totalmente el hambre; su Ejército aplastó a los nazis en Estalingrado y Berlín, victorias clave para la derrota del fascismo; liderazgo total de la campaña mundial para la erradicación de la viruela; bajas de maternidad de 20 meses; jubilación a los 60 años para los hombres y a los 55 para las mujeres, 50 en los trabajos más exigentes, por ejemplo la minería… Y me dejo en el tintero una infinidad de logros a los que el capitalismo ni siquiera puede aspirar.

«¡El enemigo es traicionero, estad en guardia!» Cartel de propaganda soviético

Hizo falta una cantidad ingente de propaganda para relegar todo esto al más oportunista de los silencios. Recordemos que Stalin era considerado un valioso aliado durante el mandato de Roosevelt -quien, por cierto, introdujo el primer intento de seguridad social universal en EEUU inspirado por Stalin-, pues el Ejército Rojo, uno de los mejores de la historia, inspiraba el más natural de los miedos a las tropas nazis, que veían cómo su palacio de cristal empezaba a hundirse bajo el puño del glorioso antifascismo soviético.

Pero, de la noche a la mañana, o mejor dicho, de la II Guerra Mundial a la Guerra Fría, Stalin pasó de ser para los americanos «papá Iósif» a convertirse en un ominoso «dictador», verdugo de 100 millones de personas, es decir, a razón de más de 8 millones de soviéticos al año, según datos de economistas e historiadores indudablemente imparciales -nótese la sarcasmo-. He aquí una vez más el papel que ejercen los intelectuales del capitalismo: simples perros guardianes del rebaño ideológico que es esta sociedad.

Si a esta cifra le añadimos todas las pérdidas humanas que sufrió el país durante la IIGM, cifradas en 24 millones de ciudadanos soviéticos, podemos argüir que aproximadamente 124 millones de soviéticos murieron en los años de la «dictadura» de Iósif Stalin. Lástima que unos simples datos demográficos derriben estos argumentos: a la muerte de Stalin, en 1953, la población de la URSS rondaba los 200 millones. Más lástima aún que la gente no tenga iniciativa propia ni para mirar en la Wikipedia.

Evolución de la población de la URSS antes y después de su disolución

Hemos visto pues un ilustrativo ejemplo de cómo el Imperialismo intenta, por todos los medios, destruir y paralizar el avance de un nuevo orden social, económico y político que emana, que surge, que procede del capitalismo, tal y como establecieron Marx, Engels, Lenin y otros tantos autores referentes en el marxismo de hoy. Sin embargo, aún quedaba el golpe de gracia que sumiría al comunismo mundial en el más largo de sus letargos: las revueltas de mayo de 1968 y la evolución de los partidos de «izquierdas» europeos: el eurocomunismo y la tercera vía, socialdemocracia moderna o socialismo democrático.

En aquellos tiempos, fueron tomando cada vez más presencia los influjos ideológicos posmodernos, hijos de la concepción foucaultiana del poder estatal, y alejados del siempre acertado análisis del carácter de clase de la sociedad, el Estado y las relaciones de producción. Empezaron a popularizarse entonces los movimientos ecologistas, pacifistas, progresistas, antiespecistas, trotskistas, revisionistas, el republicanismo más infantil… En el caso del ecologismo o del antiespecismo, estos podrían tener un encaje bastante fiel a su ideario si abrazaran el comunismo, pero no dudaron ni un momento en venderse a la socialdemocracia, al trotskismo y al oportunismo más filisteo que pueda conocerse. Y así llegó la mayor derrota ideológica que la izquierda haya sufrido nunca, y que el comunismo deberá rescatar, como es natural, siendo como es la vanguardia del proletariado por naturaleza y antonomasia.

Esta es nuestra derrota, y deberá ser nuestra victoria en el futuro, esperemos que próximo. Mientras la izquierda defienda más los carriles bici y los huertos urbanos que a los obreros desprotegidos y absorbidos por el capitalismo criminal; mientras la mayor preocupación de aquellos que se llaman izquierda sea mantener una ciudad limpia para regenerar el turismo y no organizar los barrios en colectividades obreras; mientras Podemos & Co. sigan organizando protestas contra el Gobierno sirio y la liberación de Alepo mientras no abren la boca por Yemen, la trinchera estará vacía y negro estará nuestro futuro.

Acerca de Jose Ángel

Estudiante de Ingeniería química en la UM. Marxista-leninista.

Un comentario en “De la victoria a la nada en 10 años: mayo del 68 y la Guerra Fría

Los comentarios están cerrados.